El príncipe feliz

¿Ha leído usted el cuento de Oscar Wilde «El príncipe feliz»? Le copio un párrafo, de una de tantas traducciones:wildeportada

Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad.«

Eso es en un cuento, y el personaje que habla es una estatua que se ha enterado de la realidad cuando ya es estatua; cuando ya está muerto.

«Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar

Y aquí, en Españajistán, ¿también al príncipe Felipe le quieren OCULTAR la realidad? ¿Para que se entere de ella cuando esté políticamente muerto?

Vea esto del periódico digital Público, y da igual si es cierto o no lo que cuenta, porque se non è vero è ben trovato y es ya frecuente que los medios de comunicación recojan que se ponen trabas a protestas con ocasión de visitas de políticos o personajes:

  • en Vigo, con ocasión de la visita a la ciudad del príncipe Felipe, han prohibido manifestarse a diversas plataformas que protestan en la calle desde hace meses para exigir, entre otras cosas, la retirada de la cláusula suelo en sus préstamos hipotecarios, 
  • esas mismas protestas se habían venido efectuando anteriormente durante meses, sin problema alguno y cumpliendo los mismos trámites
  • y se han prohibido (¿?) con ocasión de, o coincidiendo con, esa visita, por las autoridades gubernativas.

Vigente la Constitución desde 1978, a día de hoy todavía no ha encontrado el legislador momento de dictar una ley de la Corona que, entre otras cosas, defina, en caso de ser necesario, que lo es, el papel institucional del heredero de la Corona, más allá  de la referencia del artículo 61 de la Constitución a un juramento -por cierto, no promesa- al alcanzar la mayoría de edad  prestará juramento «de desempeñar fielmente sus funciones [¿cuáles, en caso del príncipe?], guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas«, o sea, el mismo juramento que el rey, más otro juramento de fidelidad al rey. Aparte de eso y de una escueta referencia a su matrimonio -ver post anterior -qué hace y qué debe hacer el príncipe heredero no está legalmente regulado; al menos, que sepa esta bloguera, que, como la ignorancia es atrevida, se atreve a meterse en el charco de Derecho Constitucional, siendo civilista.

Se desconoce -desconoce esta bloguera- si tiene, como el titular de la Corona, el derecho a estar informado. Porque el rey en efecto tiene ese derecho -y, es de suponer, ese deber- constitucional, pues según el artículo 62 de la Constitución, «Corresponde al Rey

g) Ser informado de los asuntos de Estado«,

algo que razonablemente no tiene mucho  sentido circunscribir a los asuntos tratados en el Consejo de Ministros, porque los asuntos de Estado pueden, por qué no, estar en la calle.

En sentido estricto, hasta apurando mucho se podría decir que el único deber claro del rey el ser (¿o estar?) informado, porque condiciona todos los demás. Ese y el implícito de ser ejemplar, del que, a estar alturas, mejor no hablar; y que también difícilmente exigible jurídicamente en sentido estricto. Porque la Monarquía o es ejemplar o no es ni será.

Y todo ello lleva a una pregunta: ¿tiene el príncipe obligación/derecho de estar bien informado?

O, mejor, dicho, y planteado de otra forma: qué hace pensar a cegatos políticos cortesanos que beneficia a la Monarquía como institución que se impidan, es decir, que se oculten a la vista del príncipe, protestas lógicas y lícitas, hurtando a la vez

  • los derechos de ciudadanos a manifestarse
  • los derechos de la opinión pública a conocer la realidad, la realidad de problemas sociales y económicos y de abusos bancarios, y la de las protestas preexistentes lícitamente denunciadas en la calle por medios legales, que podría reflejarse en medios de comunicación de ámbito nacional con ocasión de visitas del príncipe a la zona que sea

y atentando contra el propio sentido común, que obliga a considerar que es absurdo y contraproducente que el príncipe Felipe no sepa la realidad del país en el que, a día de hoy, está llamado a reinar.

Además de crear más agravios innecesarios, como si hubiera aún pocos.

Vivimos en un país con gravísimos problemas; con abusos manifiestos. En bastante burbuja viven los parientes del rey -patente ha quedado en la pasmosa declaración ante el juez de la infanta Cristina  [puede acceder a esa declaración íntegra pinchando texto completo declaración infanta] que demuestra que hay dos mundos, y el de ellos no es el nuestro– como para que encima se pongan barreras bobas a la información del príncipe,

  • en plan avestruz -lo que no se ve no existe-
  • o en plan aldeas Potemkim -lo que no ven los que mandan (¿en qué manda el príncipe, por cierto?) no existe-.

Son muchos ya los botones de muestra de inepcia política y esto parece ya una fábrica de botones gigantes.

De botones gigantes, como esta escultura del artista Claes Oldemburg, instalada en la Universidad de Pennsylvania, y que mide casi cinco metros de diámetro y pesa cerca de 3.000 kilos. split button de Claes OldenburgSon muchos los botones que vemos últimamente que miden varios metros de diámetro y pesan miles de kilos. Lo difícil es que no acaben por estar rotos, y no aposta, como esta escultura, sino cayendo por su propio peso.

Como la Monarquía como no tengan un poco de ciudado.

Los que quieran que el  príncipe sea un príncipe feliz encapsulado en una realidad ficticia, se encontrarán quizá mañana que no llegue a rey.

Ah, y quien esto firma  no es -hasta ahora- republicana furibunda, sino monárquica de conveniencia, por los motivos expuestos en post anterior que, como este mismo post,  no tiene usted por qué leer.

Verónica del Carpio Fiestas

Acerca de Verónica del Carpio Fiestas

Abogada desde 1986. Colegiada ICAM nº 28.303 Profesora de Derecho Civil en el Departamento de Derecho Civil UNED desde 1992 Despacho profesional: C/ Santísima Trinidad, 30, 1° 5, 28010 Madrid (España) Tf. (+34) 917819377 e-mail veronica@delcarpio.es En Twitter @veronicadelcarp
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Una respuesta a El príncipe feliz

  1. jesus dijo:

    ¿No será que se protegen a sí mismos? En caso de que le príncipe se enterara de algo de lo que reclaman los manifestantes y decidiese actuar, ¿a quién pediría responsabilidades si no a los que tratan de ocultarle las reclamaciones populares?

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